Chechu Álava

CIUDAD DE LAS MANSARDAS
Enrique Andrés Ruiz

París de bulevares. París de bulevares como anchos ríos y orillas de fachadas de color de avena con el sombrero de unas negras mansardas. El París con anchas, largas avenidas imperiales que ahora son de la niebla, y los grandes salones de altas puertas acristaladas, con marcos blancos, y blancas ventanas como las que dibujaba Sempé para las historias de Le petit Nicolas. Ese es el París, pero ya vacío, desolado, ya olvidado, con las mismas habitaciones, que ya tienen las paredes humedecidas: ese es el París que pinta la pintora Chechu Álava (Piedras Blancas, Asturias, 1973) y en el que quizá viva desde hace un tiempo. Es el suyo un retrato de ciudad como hecho a través de otros retratos de gentes muy delgadas, casi desnudas, muy jóvenes, de ojos saltones —excelente esa nórdica Synneve—, y como retrato también de esos lugares en los que el tiempo —en efecto perdido—, se ha quedado como estancado y dormido por virtud y suerte de la pintura. La de Chechu Álava —descollante entre las jóvenes pinturas de España— es fina, resbalada, frágil como la piel de la gota de agua en el cristal de la ventana. Y viene a ser una pintura por un lado evocadora y por otro, de vocación visionaria, casi fantástica, desde luego inquietante, como un susurro. Y en ese paso de la pintura de agua a través del cristal, vemos el Pont Neuf en el instante preciso y la farola del bulevar que sale de la niebla. Y en los salones ese lugar donde sonaron las voces de en una tertulia que fue abandonada, ya hace tiempo de esto.

Oficio, belleza y poesía
Ángel Antonio Rodríguez

El Comercio // 9 de marzo de 2013

Acerca de las relaciones entre pintura y poesía, dice el escritor Enrique Andrés Ruiz que “aquellas dos viejas hermanas tenían sus talleres independientes, como oficios independientes que eran. El arte total de hoy no es un oficio. Y luego tenían una intención común, que era la imitación de lo real, de lo creado, y en ese objetivo venían a confluir complementariamente”. El conocido crítico soriano publicó el año pasado una singular antología, que reúne un conjunto de textos donde la pintura y lo poético confluyen, como también lo hicieron en la exposición que comisarió, hace tres años, bajo el título “La pintura en Los tiempos del arte. Veinte pintores españoles para el siglo XXI” que incluía a los asturianos Migue Galano, Juan Fernández y Chechu Álava.

Chechu Álava (Piedrasblancas, 1973), que reside en Paris, presenta estos días la exposición individual “Sisters” en la galería Utopia Parkway de Madrid. Se trata de doce obras dotadas de esa atmósfera simbólica que viene defendiendo en los últimos diez años, una obra analítica, de composiciones aparentemente humildes pero emotivamente complejas, donde constata su madurez y consolida una metodología que respeta la tradición, mirando siempre hacia delante.

Hay en las piezas colgadas en “Sisters”, la mayoría en pequeño formato, un profundo conocimiento de los personajes implicados, un curioso enredo formal y una sutilidad que incorpora mensajes como el tributo a l femenino, a lo doméstico, y a esa plasticidad pura, sin trucos, que patentan los cuadros. Chechu Álava, una de las pintoras españolas más interesantes del momento, mezcla varios personajes femeninos que soñaron con un mundo mejor, luchando con libertad y con coraje, como Simone de Beauvoir, Sophie Scholl, Ingrid Bergman o Camille Claudel. Todas independientes pero también hermanadas bajo esa común demanda de un compromiso cultural, envueltas en esa añorada relación de la pintura con la poesía que tanto escasea hoy y que algunos pintores jóvenes, por fortuna, mantienen como eje discursivo.

En el caso de Chechu Álava, que en la última edición de Arco fue la artista más destacad de la galería Espacio Líquido, lata la esencia de aquella sosegada “Olimpia” que presentó hace dos años en su última muestra con la sala gijonesa. Hoy como ayer su metodología las temas tradicionales a través de posicionamientos de apariencia lúdica, de lujo narrativo y un importante oficio. Pinta con garantías suficientes para no perder de vista, jamás, las calidades compositivas. Pinceladas tenues, que más allá del pretexto temático, o la idea de retrato, o de la virtud inherente a cada nueva serie, son que se nutren de verdades tan evidentes como infrecuentes.

ÁLAVA Y LA MUJER
Tomás Paredes

La Vanguardia, 10/03/ 2013

Con rubro de Sisters , la pintora asturiana expone por segunda vez en este espacio hasta el 19 de abril, un espléndido conjunto de retratos y figuras en el que despliega la gracia de s lenguaje muy dependiente de su entorno: la entrada de su edificio, habitaciones de su casa con personajes y efigies de las autoras que le ayudan, que le empujan a encontrarse y ser, sus compañeras de viaje.

Sus hermanas son esa mujeres que rompieron, o int4entaron hacerlo, su entorno, los círculos de presión masculina y los hábitos de una sociedad secuestrad por el machismo y el menosprecio a la sensibilidad de la mujer. Retrato más o menos idealizados, per exquisitos de figuras de nuestra tradición cultural y humana como fueron: Simone de Beauvoir, Ingrid Bergman, Sophie Scholl del grupo antinazi La rosa blanca; Camille Claudel, Marga Gil Roësset, Hannah Arendt… O un autorretrato en el que confraterniza con estas imágenes melancólicas, contemplativas o enigmáticas, hermanas también de la niebla.

Su pintura ordena, sosiega, atrae, nos da un golpe de sobriedad y frescura al contemplarla. Venimos de la calle del caos y el desorden, y entramos en este ámbito que nos hace oír a Mozart. La imagen de Hannah Arendt, la filosofa, se resuelve como u canto de luna envuelta en un traje azul matissiano de tantas evocaciones semánticas y cromáticas.

Chechu Álava (Piedras blancas, 1973) se licencia en Bellas Artes en Salamanca y es Erasmus en la Guerrit Rietveld Academy de Amsterdam.
Comienza a exponer en los noventa y desde 1995 ha realizado diez individuales en Asturias, Santander, Chicago y Madrid. Becada en distintas ocasiones, es premio de Pintura Junta General del Principado de Asturias 200. Vive y trabaja en Paris. Pese a su breve andadura ya está representada en prestigiosas colecciones nacionales e internacionales. Tiene encanto, magia y misterio, esta pintura hecha de claridades y veladuras, de evidencias e intimidad.