Jana Kasalová

Cartografía de la memoria
FRANCISCO CALVO SERRALLER
El País 26/05/2007

Por vía de la globalización, la artista checa Jana Kasalová (Turnov, 1974) completa su formación en nuestro país y, desde 1999, también exhibe su obra entre nosotros. Ésta es, en todo caso, su primera individual en Madrid que presenta en el nuevo espacio de la galería Utopía Parkway, lo cual, en principio, es una coyunda venturosa. Las señas de identidad de esta joven artista checa tienen raíces profundas y complejas, que, por un lado, nos llevan a esa caligrafía improvisada que recomendaba Leonardo para los paisajistas a partir de una simple mancha en una pared, sobre la cual éstos deberían dar vuelo a su personal imaginación -técnica que empleó también en escritor Strindberg en su obra gráfica y los surrealistas-, pero que también nos remiten al teatro de sombras de la refinada cultural popular de su país natal. En la muestra actual, Kasalová usa como plantilla los mapas urbanos, que redibuja hasta acoplarlos a su propia cartografía mental, recreando, con su sutil trazo dibujístico, los trazos totémicos de Lascaux, una superposición que enlaza lo más próximo con lo más lejano. Al margen -y quizás no tanto- de estas resonancias icónicas, formalmente Kasalová rememora el dibujo de Joseph Beuys, cuyas como desvaídas incisiones gráficas dejaban unas huellas indelebles. Tal es la ansiedad del explorador artístico, que construye el mapa de la memoria vertical, que retrepa con borrosidad en la superficie, aunque cada uno de sus incisivos filamentos se singularicen con la nitidez que evoca la noche de los tiempos.

Los dibujos de Kasalová se superponen sin confundirse y se agrupan creando núcleos que configuran el haz y el envés de un nuevo diseño cartográfico. De esta manera, a partir de, por ejemplo, el mapa de la red urbana del metro de cualquier gran urbe occidental, Kasalová es capaz de diseñar la movilidad de una manada de renos, algo, siempre sorprendente, pero no necesariamente arbitrario, si uno recuerda los grandes paisajes cósmicos de Albrecht Altorderf, al fin y al cabo el mejor heraldo de la que se llamó la escuela renacentista del Danubio, un río no tan alejado del Moldava, que atraviesa el corazón de Praga. Si el arte remonta el curso de la historia, como determinadas especies fluviales, lo que hace Kasalová no sólo tiene pleno sentido estético, sino específicamente agita y se dirige al sistema de nuestro meándrico sistema nervioso, que es una construcción biológica, pero, sobre todo, cultural. Es difícil permanecer indiferente ante la delicada hondura de los imborrables trazos con los que Kasalová hace el mapa de nuestra identidad, inseparable de nuestra memoria.

Senderos, caminos y líneas de contorno
Jaroslav Balvín
Traducción: Iván Gutiérrez

Hay jirones de mapas no sólo en los desiertos del Oeste de aquella provincia borgesiana, sino también en las obras que la artista checa Jana Kasalová ha creado desde el 2001, usando sus mapas como fondo para las líneas cruzadas que dibujan las cabezas de animales de bosque y cabras montesas. Encontramos fragmentos de mapas topográficos y planos urbanísticos a varias escalas emancipados de sus contextos originales. Parecen mapas seleccionados de manera aleatoria y a la vez mitologizados de forma personal: algunos, ligados a la vida de la artista, toman la forma de representaciones abstractas de lugares donde ha vivido o donde ha creado alguna de sus obras (como es el caso del mapa de Inglaterra), mientras otros representan imágenes de lugares que quisiera conocer. Los mapas o bien están calcados o bien transferidos directamente con tolueno sobre papel cebolla de gran formato. En el caso de la técnica de transferencia, los dibujos —de otra forma en blanco y negro— adquieren matizes cromáticos.

Por lo común la creación de mapas implica realizar un dibujo abstracto e independiente de la materialidad real de un sition en concreto. Sin embargo, en el universo borgesiano las reglas que rigen son distintas; el mapa del imperio recibe la estampa —a una escala realista de 1:1— del mundo mismo. No obstante, Jana Kasalová demuestra que los mapas también pueden servir de material. Las líneas cruzadas que dibujan las cabezas de animales se entretejen en la trama de los mapas basadas precisamente en sus contornos aislados. De esta forma, se simula la actividad de los primeros cartógrafos quienes tenían que inventarse las partes incógnitas de los continentes o crear regiones ficticias completamente nuevas. A veces se inspiraban en las formas de animales conocidos, pero también de animales fantásticos. Algunos dibujaban leones en áreas por descubrir, inscribiendo en ellas las palabras aladas: “Hic sunt leones”. También encontramos dibujos de leones en mapas más fieles a la realidad de tiempos medievales, modernos y contemporáneos. No obstante, en estos casos su significado es distinto—simplemente se trataba o trata de animales que merodean por las regiones indicadas.

La infancia de la humanidad, que sólo poco a poco y basándose en los descubrimientos reales de la cartografía, imita el fenómeno de la “geografía de la curiosidad” de los niños. Jana Kasalová cuenta que cuando era una niña pequeña tenía una cierta imagen del mundo que intentaba dibujar. Pero no usaba ninguno de los mapas, atlas o globos terráqueos a su alcance como modelo; se basaba sólo en su imaginación, condimentada con un poco de improvisación. Por eso sus dibujos posteriores se podrían interpretar en parte como pruebas a favor de la interpretación de la creación artística como la elaboración obsesiva de impulsos provenientes de las fases subconscientes del desarrollo de la personalidad.