Claustrofobia y color
Javier Rubio Nomblot
El destino del cuadro es siempre una pared; el del arte, ser digerido por la civilización. Y para averiguar qué es hoy una pintura acaso convenga, como propone Manuel Losada, (pre)ocuparse menos de si su función es o no decorativa que interrogarla acerca de ese destino, confrontando aquello que es declaradamente ornamental a aquello otro que en algún momento pretendió incluso ser pseudociencia, como el arte abstracto en su versión americana, superior y ascética. De todos modos, me cuesta olvidar mientras contemplo estas piezas tan logradas, que los «figurativos» siempre han reprochado a los «abstractos» que su arte fuera más decorativo que el suyo; y no puede negarse que toda la abstracción ha terminado por ser absorbida por la industria precisamente porque adorna y acompaña sin crear conflictos; algo que también le sucedió a la escultura mínimal, pese a sus propiedades tan disolventes. Así que lo que importa aquí es que percibamos claramente que el arcaico estampado floral y el Hard Edge, pese a todo, no son lo mismo y que nosotros no somos claustrofóbicos, sino psicodélicos.
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Con frecuencia el diseño de telas industriales está inspirado en el arte, los ejemplos son numerosos para citar sólo uno, pero por qué no Mondrian, entre tantos otros. Sin embargo, el camino inverso es mucho menos transitado y son pocos los que se aventuran en él porque el vasto, intrincado, inabarcable en la práctica, territorio de los tejidos provoca un vértigo difícil de controlar. El laberinto de líneas, colores, texturas, estampados mil semeja una selva repleta de peligros para la mirada indefensa pero no para la bien armada, culta y desprejuiciada de Manuel Losada, que además cuenta con un plan y un mapa previos creados para acometer la aventura. El plan es abarcarlo todo, ir de lo general a lo particular, de la serie a la obra única y que ésta a la vez sirva de plano para orientar al espectador, que no obstante deberá de cubrir el itinerario en solitario, como ocurre siempre con la emoción. La sensación de descubrir lo nunca visto, la orgía de color que provoca la visión de las obras de Losada, acerca a la psicodelia pero también a la meditación. En cualquier caso se trata de un viaje, un paseo espacial que nos sitúa a la distancia justa para ver bien.