Sandra Rojo Picón

EL EDÉN PARTICULAR
Illán Argüello
19 de marzo de 2024

Conocí a Sandra junto a su marido Gabi visitando una exposición colectiva. Más tarde los tres volveríamos a reunirnos en incontables ocasiones para cenar y tener largas discusiones sobre nuestro tema preferido, el arte, esa fijación que todavía nos sigue azotando las meninges y de la que aún somos incapaces de desprendernos.

Pasado un tiempo y después de viajar con algunos amigos artistas comprendí su necesidad para construir imágenes, cuadros en los que el espacio es ligero y no caben los pensamientos trágicos, donde lo oscuro no existe y el mundo no está contaminado por nada. Obras vinculadas a lo celeste que muestran un día radiante como su personalidad parlanchina que transporta a cada una de las pinturas invitando a sus héroes preferidos dentro de la escena para dotarlos de una lectura.

Pues el cielo está ahí y todo se transporta a lo extraterreno, el lugar donde guarda todo lo que aprecia, quiere o le gusta a modo de su Shangri-La particular sin tener conocimiento de ello y que sugiere ser parte de un imaginario o un reflejo de las obsesiones. Situación a la que traslada a sus hijos Valeria y Juan que contemplan hipnotizados las obras de Butzer y Lalanne en un estado de trance casi incomprensible como si les estuvieran contando una historia infinita.

Iconografía de un lenguaje que juega con diversas locuciones formales, de manera que la nuca de Carlos IV inmortalizado por Juan Bauzil con su pelo recogido en una coleta ahora quedará sustituida por la del diseñador de moda Karl Lagerfeld, planteando así una nueva semántica de carácter paralelo y deshaciendo el discurso anterior por otro diferente.

Retratos impregnados de una cierta ternura de los que no sabes muy bien por qué Elton o Andy te miran sin apenas pestañear esperando a que les digas algo, mientras que un ultraviolento Alex del film de Kubrick observa sosegadamente una paloma de Magritte poniéndonos a salvo de su agresividad.

Solo basta comprender el entusiasmo que emplea para personificar a David Hockney y darse cuenta de que lo delicado es capaz de competir contra la calamidad y el desconcierto. Por eso todo tiene un significado más profundo si nos fijamos en un Basquiat que pinta ‘dinos’ y un don Pablo Ruiz con su inconfundible camiseta de rayas que dibuja la paz, a todos los representa bajo un mismo mensaje y como si de una misión se tratara, porque para ella ese es su cometido.

EL COLOR DE LOS SUEÑOS
Cristina Carrillo de Albornoz

Sandra Rojo ha logrado lo que sólo alcanzan los grandes artistas: crear un universo nuevo y un estilo artístico propio, inmediatamente reconocible, y que, en su caso, enraíza con la obra de los maestros clásicos y modernos fabricantes de sueños. Desde Durero a Goya, de Magritte a Miró, y los geniales surrealistas.

Cada uno de sus retratos de composiciones meticulosas, inquietantes atmósferas, rebosantes de humor y dulzura, parecen entregarnos la llave de los sueños, revelando el misterio y la belleza de lo ordinario, y de lo extraordinario.

Más allá de un talento excepcional, Sandra posee ese instinto que los franceses llaman “Je Ne Sais Quoi” y que, con referencia a la belleza, desafía el propio concepto y su descripción. Así de una forma elegante y natural, esta gran pintora delega toda la emoción al espectador que contempla su obra, invitando a mirar bellamente hacia arriba, quizás a flotar en el tiempo por sus nubes, y a través de su paleta, de tan diversos azules y pasteles, celebrar la existencia. Así es el color de los sueños.

Sandra está mirando
Guillermo Martín Bermejo
Madrid, marzo 2024

Llevo unos días cansado de ver arte, de intentar entender cierto arte que intenta ser falsamente profundo, pero que en el fondo es de una banalidad y una pretenciosidad supina.
Llego a casa exhausto y es entonces, cuando Sandra me manda su book para esta exposición y mi humor cambia. La tormenta se disipa y los cielos azules junto a esas nubes pequeñas de verano me hacen sonreír, me hacen volver a calmar mis nervios. Y, ¿no es eso precisamente lo que deberíamos pedir al arte? No que nos recuerde la amarga realidad constantemente si no que nos de una tregua.

En estos trabajos Sandra juega, juega como niña-madre que es, con su sonrisa abierta y su amor por la vida y por los grandes del arte. Es como si fuera la guardaespaldas de nuestra sonrisa hacia el arte, que nos abriera esas ventanas, que tanto le gustan, de luz, y nos dijera: mirad, mirad como juegan los artistas. Pero debemos estar muy quietos, callados, para seguir observando su tarea de juego. Pues el arte es juego, lo saben muy bien esos niños suyos que también aparecen en los lienzos.

¡Qué gusto amanecer siempre ante las ventanas soleadas de Sandra! “Que siempre sea verano y Aloysius siempre de buen humor” decía en un momento de felicidad Sebastian Flyte, en Retorno a Brideshead, hablando de su osito de peluche.

Pero no nos engañemos, todo está perfectamente medido, todo es de una técnica impecable. La Sandra dibujante es excepcional. De una línea que se acerca a un Ingres o a un Hockney. Mucha maestría del pincel y del lápiz hay en su trabajo.

Me contaba Sandra una tarde, con su forma divertida de contar historias, que su profesor de dibujo en la London College of Fashion, le decía que no fuese tan pasional, que no marcara tanto las líneas y las sombras. Pero, ¿Cómo decirle a la propia pasión que se controle? Al propio placer de ser, de existir, de estar al sol observando como Picasso o Warhol trabajan. Que la retina se apodere de esos pequeños momentos del que observa y es observado. Juego de espejos del que Sandra es dueña. Y por eso en esta tarde de primavera me siento a ver sus cuadros y sonrío.

Ven conmigo a cualquier otra parte
Sandra Rojo
Abril, 2024

¿Alguna vez has mirado por la cerradura de la Orden de Malta en Roma? Siempre que lo he hecho, he querido que se pare el tiempo, gozarlo en silencio.

Cuando me planteé el concepto de mi primera exposición individual sentí que quería hacer un ejercicio de honestidad. Como cuando cuentas sin vacilar, algo íntimo, revelando una parte de ti, hasta entonces desconocida.

A cualquier otra parte es un recorrido por todos los momentos que habría soñado con vivir o que, al vivirlos, de la emoción, me han parecido un sueño. Quiero que mires por la cerradura y los vivas conmigo, o los sueñes. Que se pare el tiempo y los goces en silencio.